Un año después del accidente.

lunes, 19 de abril de 2010 en 18:32
Ese día, domingo 19 de abril de 2010, había decidido dedicarlo a consentirme. Era mi día, solo conmigo. Me desperté tarde, una vez despierto me mantuve en la cama, prendí la televisión, me aburrió, me levanté a la computadora, luego leí un poco. El día parecía completamente normal y relajante. Mi madre me comentó que iría a comer con mi abuela, a lo que le respondí que yo prefería quedarme en casa. Por la tarde jugaría el América y quería ver el partido así que fui al supermercado y compré lo necesario. A las 4 de la tarde regresé a casa y sonó mi celular... era mi madre.

Nunca tan angustiada, gritando y fuera de sí, con palabras sueltas y sin mucho sentido me dijo que se había accidentado, que ella y mi abuela estaban golpeadas y me dio su ubicación. Era cerca. Tomé mi carro y manejé esas 15 cuadras que nos separaban a toda velocidad. Al llegar, todo era caótico.

El carro de mi madre había sido impactado por atrás por un "microbús" mientras daba la vuelta. El impacto provocó que, fuera de control, se impactara contra la pared de una paletería, atropellando a cuatro personas antes de detenerse. Vi el carro de mi madre destrozado. Ella estaba en el lugar del conductor, sin moverse y sin saber que hacer, sus 8 nudillos sangraban y su frente tenía raspones. Mi abuela, en el asiento del copiloto, manifestaba dolor en la pierna y tenía un golpe muy fuerte en la cabeza. Fuera del carro habían 4 personas heridas, una de ellas una niña de 14 años embarazada (más tarde sabríamos que tenía 8 meses de embarazo) y una multitud golpeando a "alguien". La policía intentaba rescatarlo. Era el conductor del microbús que minutos antes había intentado huir.

El microbús venía a exceso de velocidad, la unidad era ilegal, el conductor no tenía permiso para conducir y para colmo, alguno de los pedales del mismo no servían, no supimos si era el clutch o el freno, así que el volante tenía adaptado un botón que hacía las funciones del pedal defectuoso. Además, el señor intentó huir. Aun así, 12 horas después estaba libre.

Las personas que fueron atropelladas, a pesar de lo aparatoso de la situación fueron dadas de alta en menos de 24 horas. La chica embarazada y el bebé resultaron ilesos. Mi madre por su parte tuvo un esguince menor en el cuello, nada que un collarín no solucionara. Pero mi abuela... a mi abuela le cambió la vida.

Seis meses antes del accidente, mi abuela había sido sometida a par de operaciones. La recuperación fue larga, casi un mes de inmovilidad, lo cual había atrofiado sus piernas. Por 4 meses había estado en terapia de rehabilitación para que pudiera caminar con normalidad y recién había sido dada de alta. En el accidente su rótula izquierda se fracturó en cuatro partes, y el golpe en la cabeza le produjo un coágulo cerebral. No narraré lo que vivimos en el Hospital Dalinde, pero a nadie le deseo tener que pasar por ahí, quizá el peor servicio que existe. Sólo como muestra, habían dado de alta a mi abuela 2 horas después del accidente, sin detectar la fractura y el coágulo.

Fueron quince días los que pasamos con mi abuela en el hospital. Nos dimos cuenta que nunca estaremos solos. Las muestras de apoyo y cariño fueron muchas. Finalmente, mi abuela salió, nunca volverá a caminar como lo hacía antes del accidente, pero al menos se puede desplazar con varios apoyos. Un año después ella sigue en terapias varias para que su calidad de vida mejore y nosotros nos hemos dividido para poder atenderla como se merece.

Los abogados de la aseguradora le dieron seguimiento al caso. Justamente hoy, un año después, nos llegó una carta indicándonos que el conductor oficialmente estaba fuera de cualquier problema. Insisto, con todas las irregularidades, sólo pasó 12 horas detenido, supongo que su sindicato se encargó del resto. No le deseamos nada malo, en verdad, pero las cosas no deberían de ser así.